Adur eta Izar habla de dos inocentes niños que montados en un dragón se dedican a peinar una Euskadi llena de figuras mitológicas de lo más variopinto (Tartalo, Lamiak, Herensuge y por supuesto Anbotoko Mari).
Adur eta Izar habla de la ilusión. Ese motor que muchas veces, demasiadas, gripamos creyendo que va a ser infinita, hasta que un día desaparece y dejamos de montar dragones, dejamos de ilusionarnos con nuestros sueños.
